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abril 28, 2015

Cataplúm!!!



Noche y Día / La gran novela mexicana
Sergio González Rodríguez


Si un escritor mexicano representa el cosmopolitismo de la diferencia, esa voluntad firme de comprender la cultura propia en intercambio con las gravitaciones cosmopolitas, donde la inteligencia del pasado se impone contra la frivolidad de lo ultracontemporáneo, fe obligatoria en la literatura sin atributos (un mero gesto estético carente de sustancia al uso del supermercado global), es Edson Lechuga (1970).

Mientras otros escritores mexicanos entran tarde y mal a la tendencia de la narrativa globalizada, en ímpetu hueco, decorativo, trivial, Edson Lechuga con su nueva y magnífica novela Anoche me soñé muerta (Axial, 2015) asume retos de mayor importancia, por ejemplo, la reinvención del tiempo rural en una localidad de Puebla que vive en la premodemidad y, sin embargo, implica una visión urgente sobre el presente. El tema del declive, de la catástrofe de lo conocido a causa de una determinación insalvable: una sequía vasta.

En Anoche me soñé muerta, Edson Lechuga recupera la fuerza de la literatura trágica que consigna la profundidad de una cultura que mantiene vivo el legado indígena, lo colonial y el atisbo a lo moderno, esa materia espesa y compleja que supieron recuperar los grandes escritores de la novela de la Revolución, la novela cristera o la novela rural, y que alcanzó buena parte de sus mejores expresiones en Agustín Yáñez y Juan Rulfo.

A diferencia de Yáñez en Al filo del agua (1947), o de Rulfo en Pedro Páramo (1955), que se distinguen por su perspectiva integradora que evoca lo perdido, en el primer caso, trance a la desaparición; en el segundo, montaje de fantasmas, Edson Lechuga elige un enfoque fragmentario y vívido en el que cada parte conlleva la totalidad: a partir de retratos de personajes comunitarios de los años treinta del siglo anterior, los cuales se disgregan y terminan por desintegrarse ante la sequía, la novela reconstruye, ajena a cualquier nostalgia, el peso individual y colectivo de una situación tan extrema que linda en el exterminio.



Aparte del vértigo globalizador, en México acontecieron tres fenómenos que han colaborado a destruir la cultura mexicana: a) la ideología anglosajona y protestante; b) los dogmas neo y ultraliberales con su mito, entre otros, acerca de la libertad individual (casi siempre sólo asequible al poder privilegiado, o el dinero) y en el que el imperativo de confluir en el mercado abierto y unánime, desprovisto de particularidades y diferencias, soslaya las asimetrías de origen y destino; c) la entronización del individualismo profano y secularizado que excluye el sentido de misterio, comunidad, tradición, memoria, nacionalidad (algo distinto, hay que subrayar, al nacionalismo).

Edson Lechuga ofrece una novela contraria a los prestigios que ahora se premian, celebran y divulgan. Apunta Mardonio Carballo en el prólogo: "Nada es más universal que aquello que tiene en su forma, fondo. Y hablar de fondo en un país como el nuestro es hablar de algo serio. Nos bastó voltear al mundo para querer serlo. Y nada grave hay en eso salvo el olvido de lo propio y sus consecuencias. La novela de Edson Lechuga es un recordatorio de ello. Látigo y memoria".

Si el mundo editorial en lengua inglesa ha moldeado la categoría de "gran novela americana" para describir una novela que muestra la cultura estadounidense en una época específica, Anoche me soñé muerta encarnaría algo equivalente respecto de la narrativa mexicana. El momento climático en el que un escritor logra descifrar algunos de los signos determinantes de nuestra cultura en toda su espléndida universalidad. El mundo anterior, atroz, conmovedor, entrañable, que ronda nuestros sueños y pesadillas. La literatura imperecedera y su fervor más humano.



serglezr@mac.com / Twitter: @serglezr