Pese a todo, dentro de unos minutos me iré, Dorina. Para siempre. Porque ambos sabemos que juntos no podríamos ir a ninguna parte; porque ambos sabemos que el mundo está vetado para este significado nuestro; porque juntos somos malqueridos, malvistos, malhechos, maltrechos, maldichos, malvenidos; porque uno es la enfermedad de la otra y la otra es la enfermedad del uno.
Porque nos dolemos.
Porque no sabemos cómo ni por qué; porque hemos migrado del amor al dolor casi sin darnos cuenta. Dentro de unos minutos me iré porque debo de irme, porque no es posible quedarse aquí para siempre y allá fuera no hay sitio para nosotros dos; no para esto que somos; no para esta labor; no para esta causa.
Así que me iré.
Apretando los dientes he llamado a tus padres y les he dicho donde estamos ocultos. Ahora mismo estarán ya en camino, furiosos, iracundos, con sus leyes en la boca, con sus juicios. No los dejé que hablarán cuando llamé, sólo dije soy yo, estamos en tal carretera, en tal hotel, en tal habitación y antes de soportar sus escupitajos colgué. Previamente, al encender tu teléfono, tuve miedo de que una vez más alguien te llamara [lo había apagado inmediatamente después de la llamada de Elisa miau]; tuve miedo y por eso me di prisa; busqué en la agenda el contacto casa y marqué acosado por las dudas. El teléfono de tu casa sonó una sola vez y ya estaba la voz de padre diciendo ¿Estás bien, mi niña? Entonces desaparecieron todas mis vacilaciones, una a una fueron cayendo delante de mí como un desbarrancadero de piedras: «Soy yo», dije, «estamos en tal carretera, en tal hotel, en tal habitación…» y ante el silencio tieso y vidrioso que cayó sobre nosotros, agregué: «Dorina está bien. Los está esperando», y colgué; y apagué el teléfono antes de soportar sus improperios.
Ahora viene hacia acá, estoy seguro.
Yo no los esperaré. Me iré antes. Así que al despertar sólo encontrarás un vaso de leche, mis gafas sobre nuestros libros [porque he decidido que el mundo siga borroso], y la tonada de Schubert rebotando en las paredes, levantando polvaredas en tu corazón.
prefiero la duda a la certeza, lo sutil a lo concreto, la posibilidad al hecho, el mito a la leyenda, la lluvia de otoño al sol de verano, el pecado a la pureza, las cosas pequeñas a las grandes, las diablas a los dioses, la izquierda a la derecha y la literatura a la realidad. viví en barcelona más de una década y ahí aprendí a ser uno de esos otros∙muchos que me habitan∙todos. sé ahora que escribir es escribir∙me y que todo texto es mejor que su autor.
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5 comentarios:
Un final magnífico para una historia extraordinaria.
Felicidades.
Emocionalmente tocada.
Guau!! Qué maravilla... me pusiste la carne de gallina...
Saludos Rudos desde el ombligo de la luna
Si eres capaz de escribir con ese pulso, eres capaz.
mis gafas sobre nuestros libros [porque he decidido que el mundo siga borroso]
genial.
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