http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2010/12/21/mejores-libros-2010
1. Sukkwan Island (Alfabia)
Esta novela hizo a David Vann acreedor del pretigioso Premio Médicis
2010. Sukwwan Island es una de las novelas más poderosas y agridulces
que se han escrito desde La carretera de Cormac McCarthy: no en vano se
le ha adjudicado a Vann el epítome de ser su heredero. Un padre decide
llevarse a su hijo de 13 años a una isla en donde vivirán un año con
apenas lo necesario para sobrevivir: una hacha para cortar leña, un
arpón para pescar, y una pistola y un rifle para cazar animales y matar a
los osos que acechen su cabaña. A partir de ese argumento, Vann hilvana
los temas de la muerte, el suicidio, el aislamiento, la obsesión, la
ceguera, el absurdo, la impertinencia y la animalidad, con una prosa
superior: efectiva, ligera y mordaz.
2. Blanco nocturno (Anagrama)
Ricardo Piglia se tomó más de una década para publicar una nueva novela.
Y es que después de escribir La ciudad ausente o Respiración artificial
las exigencias y expectativas en torno de la obra del autor son
mayores. Blanco nocturno confirma a Piglia como una de las voces más
necesarias, agudas y deliciosas de la literatura escrita en español. El
argumento de la novela parte de un crimen en donde lo más importante no
es encontrar al asesino sino advertir las consecuencias del mismo. Una
novela que es mucho más que su anécdota y adquiere el rango de símbolo a
partir de la literatura misma: la mirada depurada del si mismo y la
lentitud inherente a lo realidad son sus vectores de lectura. Es además
una estación de la literatura latinoamericana subsecuente a la utopía
del Boom y al desencanto bolañiano.
3. Infecciosa (Mondadori)
En sintonía con Piglia, Sergio González Rodríguez es otro de los
escritores que hace emerger de la literatura los senderos más
inesperados para entender la realidad: a partir de la fábula, la
imaginación y el lenguaje. Infecciosa es una novela sorprendente y
confusa que exige un lector no atento sino advertido, un lector que no
solo lee sino interactúa con el ambiente turbio que se propone: la
experiencia vertiginosa que ofrecen las pantallas,la ingravidez de los
escenarios virtuales e imaginados y la conciencia de aceleración en un
mundo en el cual la experiencia del viaje es la experiencia vital por
excelencia: el viaje personal y privado que sin embargo y necesariamente
atraviesa el espacio virtual en tiempo real y de forma pública.
4. Los muertos (Mondadori)
Cuando parece que ya todo se ha experimentado en cuestión literaria, hay
escritores que confirman que al mismo tiempo que se puede ser novedoso y
radical también se puede crear una narrativa sólida. En España, la
generación afterpop es de lo más nuevo y sólido que hay en la narrativa
que se escribe en español, uno de los escritores que se ubica en este
grupo es Jorge Carrión, quien con Los muertos debuta como novelista con
una obra que reúne genialidad, frescura y entretención. En la anécdota
de esta novela, "Los muertos" es una serie televisiva de la cadena Fox,
en la cual "reaparecen" personajes del pasado pero con diferentes
nombres: desde Lady Macbeth hasta Roy Batty de Blade Runner. La serie se
convierte en un fenómeno es escala internacional, pues se una de las
polémicas es considerar la "vida" de los personajes de ficción. Una
novela breve pero contundente, divertida y mundana; fundacional.
5. Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques (Anagrama)
Una imagen como la que sugiere dicho título escrita en los 40 solo podía
ser atribuible a unos desadaptados. Si pensamos en genios literarios de
este tipo los encontramos en los beatniks, y en sus figuras
fundamentales: Jack Kerouac y William Burroughs. Antes de que
escribieran sus novelas más importantes (En el camino y El almuerzo
desnudo), la pareja de escritores decidió contar a cuatro manos una
historia que les fue muy cercana: ocurrió en el Nueva York aún bohemio
de los 40, en el que maduraron al amparo de los bares, suburbios y
departamentos de segunda, cuando un amigo suyo, Lucien Carr asesinó a
otro de la pandilla, David Kammerer que estaba enamorado de Carr. En
esta novela primeriza ya descollan tanto la prosa intempestiva de
Burroughs y el estilo elegante y acabado de Kerouac.
6. La prueba del ácido (Tusquets)
No en vano a Élmer Mendoza se le considera insignia de ese género
inventado que la crítica tiene a bien llamar "narcoliteratura". Más allá
de esta reducción, Mendoza se ha promulgado como un escritor del
lenguaje y del estilo. Pero en su narrativa el estilo y el fondo son una
misma cosa, podrían ser llamadas mendozinas, pero eso suena muy
argentino. La prueba del ácido es quizá la mejor novela del sinaloense,
en la cual retoma a su detective antiheroico, el Zurdo Mendieta, y parte
del código realista para ir más allá de la mera sugerencia a un estado
en donde el crimen, la impunidad y la corrupción son el pan de cada día:
alcanza los límites reales en torno de la política, la empresa y el
narco, la injerencia del gobierno estadounidense en el país llamado
México y el desarraigo fronterizo de una sociedad confundida,
consternada y descreída.
7. Hotel DF (Mondadori)
Guillermo Fadanelli concede muy pocas entrevistas, tal vez porque le
choca que los periodistas no lean sus libros y le pregunten lugares
comunes. Motivo suficiente para detenerse y no ansiar la entrevista
vacía, sobre todo si en el plano de los escritores mexicanos
consagrados, cuyo largo historial arroja las adaptaciones más dóciles al
poder gerencial, Fadanelli es de lo menos común en nuestra literatura.
En Hotel DF, el autor hace copio de toda su virulencia y viscosidad para
entregar una novela ubicua cuyo discurso rector es mostrar la corrosión
de una sociedad entera, a partir de un motivo simbólico elocuente por
su impronta de engaño, misterio y provocación: un hotel, ubicado en el
centro histórico de la Ciudad de México, núcleo de una red inabarcable e
irreductible de intereses, negocios e intercambios ilegales y demás
corruptelas.
8. El don de la vida (Alfaguara)
En la misma línea del estilo que lo hizo grande con novelas como El
desbarrancadero o La virgen de los sicarios, en su más reciente novela
El don de la vida, el escritor colombiano nacionalizado mexicano
Fernando Vallejo organiza un relato ácido, crudo y violento en primera
persona para contar unas horas en las que un viejo hace un repaso
arqueológico de sus muertos. Contabiliza 757, mientras despotrica, como
Vallejo, contra a todo aquello que merezca la pena despotricar: casi
todo, excepto el lenguaje y la belleza. La de Vallejo es una voz
necesaria porque escandaliza, polemiza y podemos estar de acuerdo o no
pero nos hace pensar, y tan solo con la palabra es capaz de agitar
nuestros intestinos.
9. Dublinesca (Seix-Barral)
Dublinesca es una de las novelas más genuinas y honestas del escritor
catalán, Enrique Vila Matas con esta obra construye un aparato
literario, cuya lectura se siente como si fuera una lectura tecnológica.
Esa sensación que no es cosa menor y es un logro del estilo manifiesta
la intención de Vila Matas: ofrecer una reflexión sobre la lectura, la
escritura y sus soportes justo cuando nos ubicamos en el tránsito que
supone lo que él llama la era Gutemberg a la era digital. Su personaje
es un editor fracasado de apellido Riba que quiere realizar un ritual
justamente el 16 de junio, el Bloomsday, día en que transcurre la novela
vanguardista por excelencia y que es justamente un juego con el tiempo:
Ulises, de James Joyce. Riba transita por un patetismo del tipo
danteso, que en este inicio de siglo se intensifica porque el hombre se
siente amenazado por el fin de los tiempos, y cobardemente busca en este
liberarse de toda culpa.
Lista de honor
El Tercer Reich, de Roberto Bolaño (Anagrama)
Verano, de Coetzee (Mondadori)
Snuff, de Chuck Palahniuk (Mondadori)
El fondo del cielo, de Rodrigo Fresán (Mondadori)
Fiesta en la madriguera, de Juan Pablo Villalobos (Anagrama)
Agosto, octubre, de Andrés Barba (Anagrama)
Luz de luciérnagas, de Edson Lechuga (Montesinos)
Missing (una investigación), de Alberto Fuguet (Alfaguara)
El inventor de palabras, de Gerard Donovan (Tusquets)
El caso Kurílov, de Irene Nemirovsky (Salamadra)
Decepciones: los premios
Libro de cuentos del año:
La marrana negra de la literatura rosa, de Carlos Velázquez (Sexto Piso)
Biografía del año
Memorias de un Rolling Stone, de Ron Wood (Global Rhythm)
prefiero la duda a la certeza, lo sutil a lo concreto, la posibilidad al hecho, el mito a la leyenda, la lluvia de otoño al sol de verano, el pecado a la pureza, las cosas pequeñas a las grandes, las diablas a los dioses, la izquierda a la derecha y la literatura a la realidad. viví en barcelona más de una década y ahí aprendí a ser uno de esos otros∙muchos que me habitan∙todos. sé ahora que escribir es escribir∙me y que todo texto es mejor que su autor.
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