Anoche me soñé muerta es la más reciente novela
del escritor mexicano Edson Lechuga (Pahuatlán, 1970), quién toma como
punto de referencia su lugar de nacimiento, el pueblo de Pahuatlán en la década
de los años treinta del siglo pasado. Un pueblo ubicado originalmente rodeado
de una vegetación abundante, que sin embargo, en la novela de Lechuga es
azotado por una terrible sequía que cambiará las costumbres y las relaciones
sociales de este pueblo le rinde devoción a San Sebastián Mártir y en donde la
luz eléctrica ha sido inventada por uno de sus vecinos.
La crisis traída al pueblo por la sequía será el detonador para una
serie de conflictos que se habían mantenido latentes, escondidos detrás de una
cotidianidad aparente, en la que sin embargo cuestiones políticas y religiosas
se habían mantenido ocultas a través de los años, y que ahora verán la luz de
una manera explosiva y violenta.
La modernidad, o lo que se entiende por modernidad, ha llegado
recientemente a Pahuatlan, sin embargo la vida transcurre de manera apacible,
alejada de los conflictos políticos que recientemente han azotado al país. La
Revolución es ya un recuerdo y de la guerra cristera solo han llegado algunos
rumores hasta la plaza del pueblo.
Pero el desastre se cierne sobre el pueblo y la sequía, se extiende,
dura meses, lo que obliga a muchos a huir del pueblo, dejar todo atrás: sus
muertos y sus casas, para alejarse de la maldición que se cierne sobre
Pahuatlán. ¿Y qué hacer entonces? ¿En quién confiar? ¿A quién pedirle ayuda?
¿Qué se hace ante un desastre que parece bíblico, un desastre que parece un
castigo impuesto por alguno de los muchos dioses que pululan en este mundo?
Las deidades indígenas vienen así a ocupar, a exigir su espacio, su
presencia, cuando varios de los sobrevivientes del desastre deciden pedirles
ayuda a través de Bulmaro, guardián de la sabiduría ancestral, sacerdote de un
credo sin fieles, que siempre ha estado ahí, escondido, en las sombras después
de la llegada de los españoles que impusieron al Dios cristiano que el pueblo
venera a través de la figura de San Sebastián Mártir. Lucha religiosa que se
había mantenido oculta a través de la imposición del poder temporal, y que
ahora vuelve a surgir ante la desesperación que los habitantes sientan ante la
incapacidad de sortear la catástrofe climática.
Por su parte el poder temporal, representado por el alcalde Hipólito
Aguamarina solicita ayuda al gobierno central y manda recados al gobierno
central, a la capital del estado. Recados que se pierden en los vericuetos y en
los laberintos burocráticos mientras en el pueblo los panteones se llenan y los
ataúdes empiezan a escasear, por lo que Hipólito decide mandarles el último
telegrama con un mensaje que el telegrafista se niega a mandar en un principio:
Insensibles compatriotas, escribe Hipólito, Agarren su puta agua y métansela por el culo. Ya no la necesitamos. Ya estamos muertos. Hipólito Aguamarina.
Insensibles compatriotas, escribe Hipólito, Agarren su puta agua y métansela por el culo. Ya no la necesitamos. Ya estamos muertos. Hipólito Aguamarina.
Mensaje sediento y vengativo que resume el dolor y la rabia que el todo
el pueblo está sintiendo por la falta de agua.
Es ahí cuando la gente busca respuesta y ayuda en los conocimientos
ancestrales de Bulmaro la respuesta a la sequía y al abandono. Conocimientos
heredados y que los indios guardaron de generación en generación, y que solo
transmiten a sus allegados, a sus cercanos, para evitar así la persecución y sí
la dureza de los castigos de los blancos y de los que los sucedieron en el
poder.
Todos estos intentos llevan en sí la dureza de la necesidad, de las
lenguas secas, sedientas. Y lo que encuentran son el silencio y la desesperación,
en el caso de la autoridad civil, la muerte y la tragedia en el caso de la
autoridad eclesiástica, para darse de bruces de que Dios es un desalmado y
cruel, como nos dice el padre Everardo en una noche de desolación.
Pero en este desolado lugar que es Pahuatlán aún crece la esperanza,
personificada en el joven Diego, enamorado perdidamente de Elena Reina, la
joven que quiere entregarle su vida a Dios y a la virgen, protagonista secreta
de esta novela que se escurre como agua ante los ojos del lector.
Anoche me soñé muerta es una novela coral, en donde los habitantes del
pueblo nos van contando la historia de la tragedia que los consume, una novela
en la que vemos y escuchamos esas voces que el tiempo ha guardado para nosotros,
para que ahora la pluma de Edson Lechuga las rescate y las traiga hasta
nosotros.
Anoche me soñé muerta es una novela coral, que va y viene en el tiempo:
el pasado más remoto se acerca hasta los personajes de este pueblo atrapado en
el siglo XX para que nosotros lectores del XXI podamos darnos cuenta de lo
mucho y de lo poco que hemos cambiado. De lo mucho que tenemos de ese México
profundo, que la conquista no pudo destruir y que solo ocultó de la vista, de
ese México que pervive en cuervas y caminos, de ese México de rituales de los
que todos hemos escuchado hablar a pesar de que se habla de ellos en voz baja y
en susurros.
La novela de Edson Lechuga trae hasta nosotros, lectores de este siglo
XXI convulso, un México que no se ha ido, un México cristiano, devoto, que
busca la solución de los problemas en el más allá, que está ansioso de
respuestas y verdades, que muchas veces la realidad que nos rodea nos niega una
y otra vez.
Pero la novela de Lechuga también nos recuerda que nuestra realidad política
se ha construido desde hace años, desde hace décadas. El abandono al que el
gobierno del estado somete a Pahuatlan, para desesperación y congoja del
alcalde Hipólito, es el mismo abandono del que podemos ser testigos ahora en
muchas regiones de nuestro país, un abandono cruel y ciego, que deja a muchas
comunidades abandonadas a su suerte. Por desgracia no todos los alcaldes tienen
los pantalones para mandar mensajes tan claros a los poderosos como los de
Hipólito.
La novela del escritor mexicano, autor de las novelas Luz de
Luciérnagas y Gotas de Mercurio, es una historia dúctil, que va y
viene en el tiempo, en el imaginario colectivo, es una historia que se nos
cuenta a través de varios personajes, varias voces, desde diferentes ángulos,
es una historia maleable como el barro, como la tierra. En Lechuga nos
encontramos con un escritor que se preocupa de que el lenguaje sea un elemento
central de su obra, pero que no se convierta en el centro de la obra, en el
todo. El lenguaje que utiliza Edson Lechuga es un habla que todos podemos
reconocer, con palabras que a veces nos suenan a viejo, a palabra que
utilizarían nuestro abuelos, un lenguaje perdurable, un lenguaje que se siente
y se escucha vivo.
Por otro lado Anoche me soñé muerta, retoma muchos elementos de
esa cotidianidad que podríamos pensar perdida en los tiempos: la vida de un
pueblo mexicano. Algo que para los tiempos globalizados que corre se podría
pensar que a pocos intelectuales pondrían atención. Pero Lechuga rescata esos
elementos y los amasa para traernos una obra espiritual, una obra que respeta
algunos de los elementos del llamado realismo mágico para combinarlos con los
elementos más novedosos de la narrativa contemporánea construir una obra
completamente actual y poderosa.
http://noiselab.com/blog/libros-blog/anoche-me-sone-muerta-de-edson-lechuga/
No hay comentarios:
Publicar un comentario