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junio 21, 2009

pacto entre salamandras y dragones

todas las noches tomo una larva y rezo por ti ante la virgen de la entraña,
ante la salvadora de la pelvis
y ante el armiño convertido en jaguar por las gotas de nocturno

todas las noches, salamandra que caminó por mis bronquios, lloro los recuerdos de cuando compartimos el dolor de los buenos.tiempos
cuando tu voz era tan tiempo y mi vicio la tortura
cuando en el sótano de casa había una loca atada al mástil de los barcos que intentaban cruzar el océano aguantando la respiración


nuestra casita de aves de rapiña, llena, entonces, de venganza, tragos y polvaredas donde muchos hombres mataron golondrinas
y muchas mujeres derramaron lágrimas vivas tendientes a la permanente caricia de mis piernas nocturnas
para luego, con la luz del día, huir a otra mentira embadurnando mi corazón en el asfalto de la calle donde vivimos:
nuestra casita de aves de rapiña
con sus girasoles negros
sus poemas
sus histerias y el llanto nuestro de cada día

«el siete es mi número de suerte», dijiste frente al símbolo que colgaba en la puerta de nuestra celda y la fortuna de nuestros besos fue el comienzo para mí, suicida de la ciudad
asesino de mujeres buenas
dragón en años de carne entre los dientes

no fue culpa del invierno que nuestras lenguas se bifurcaran tocando la pulpa de frutas ajenas
no fue culpa de la noche, ni de la luna, ni de los hongos
la culpa
salamandra insólita
fue del color con que pintamos el techo de nuestra cueva
fue ahí donde tu obsesión y mi asma terminaron en delirios
fue ahí donde los demonios tomaron por rehenes a las islas y no a los mastodontes,
donde el otoño mostró su desierto y una mano impertinente quebrantó las leyes impuestas por azar al ghetto de las salamandras que son tu reino, dejando este culebreo mental como la huella del primer hombre alunizado,
como durazno en el ombligo limpio de las putas,
como bengala que ilumina la mejilla de una niña que bajo la falda se le abalanza la necesidad de un soplido que le arranque los orgasmos

y hoy
salamandra enamorada de este dragón
me vino este recuerdo retorcido
este recuerdo a manera de estornudo salió pecho tierra y muslos viento
vino desnudo a ponerse en mi boca, justo donde los pájaros se posaron cuando tú me llevaste en tus caderas a otros mundos donde el humo era sonido y lo violeta era praderas,
donde las cascadas tentaban como penas,
donde las mujeres amaban por siempre a los como yo, dragones,
donde con un conjunto de esperanzas levantamos muros para mirar más lejos que la punta de nuestras miserables almas,
donde las uñas nos crecían como tentáculos dejando al corazón inmóvil,
donde el silencio retorna a tus ojos,
donde la nieve a los míos,
donde el pan y la música eran ciertos, y los colibríes eran el presagio de un mar distinto

hoy
no puedo con este miedo prehispánico,
con este ladrido de niño enfermo,
con este rumor de chinos,
con este recuerdo que se oxida

por eso rezo por ti cada noche de noche,
para ser por siempre tuyo de ti,
aunque duela la memoria y derive en osadía

porque habrá que morirse a versos, salamandra de agua
de viento
de historia
habrá que tentar la página del futuro con un lengüetazo de sal y sacudirse las pestañas sin envidia;
habrá que bucear en las ubres del universo con el sombrero bien puesto, con la palabra encendida y con la izquierda en el corazón

sólo así [digo yo: dragón ladrón de mudras], se congela lo mítico y se trasciende lo podrido

hoy
cabalgo cada tarde sobre plegarias que van hacia el crepúsculo, para que las hojas de caña de azúcar con que nos lastimamos sean otoños idos en esta vida nuestra
intento así, salamandra, echarle lumbre a los recuerdos para que las bestias se apacigüen y podamos,
de una vez y para siempre,
levantar la cabeza.