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julio 29, 2010

Luz de luciérnagas, De Edson Lechuga. Por Abel Loyola Santillán

25 de Julio de 2010. Pahuatlán, Puebla, México.

Nunca es difícil presentar a alguien de quien te sientes orgulloso. Y además ¿quién no conoce a Edson Lechuga en Pahuatlán? Famoso desde chiquito por sus ocurrencias y habilidad mental para la expresión oral y las matemáticas, en la secundaria ya dirigía veladas y caseras obras de teatro donde podíamos verlo interpretar desde El chavo del ocho hasta Chaplin. El “Pelé” es conocido así por sus contemporáneos paisanos aludiendo al célebre futbolista de los setentas. Mi recuerdo más remoto de cuando yo lo conocí es cuando ambos teníamos la edad de 7 años. Íbamos los dos al par de la banda de viento que acompañaba el tradicional desfile al parque histórico 28 de enero, orgullosos de saber que un ancestro mutuo había masacrado a soldados franceses hace casi doscientos años. Desde los siete años toda la primaria y toda la secundaria conformamos el mítico Trío Gandaya junto con Ciro López; después vino la prepa, el se fue a la ciudad de Puebla, llegaron a nuestra vida los Doors y los poetas malditos, fuimos a la universidad donde ambos abandonamos las carreras originales para dedicarnos al arte, yo me dedique a las artes plástica y visuales y él a la poesía: «Salió poeta el muchacho; y Pata de perro», y se fue al DF y luego a New York, creo, y ahora radica desde hace 8 años en Barcelona.
Y ha publicado una novela; que no es la primera que escribe sino la tercera. Y ésta trata del DF y el temblor del 85 y trata de amor, muerte, vida, ficción, paz y dolor. Con una prosa elegante, dicen; yo diría con un rollo cautivador e hipnotizante nos envuelve en una trama digna de un escritor con talla.
Debo ser elocuente al afirmar que empieza otra época al presentarse esta obra que ha parido Edson en tierras europeas pero enamorado y pensando siempre en su México, en este 2010, año emblemático del bicentenario, en que perdimos a Monsiváis en México y a Saramago en Europa. Ambos cronistas comprometidos con su tiempo y con las clases marginadas, ambos comprometidos con el buen decir y con el bien obrar, desencantados de los gobiernos y de los dioses, como nos recuerda Edson en su Luz de luciérnagas, donde dios se olvido de los defeños un 19 de septiembre de 1985 y el gobierno demostró que vale madres a la hora de los verdaderos guamazos o grandes tragedias ante el potencial enorme de la espontánea organización civil.
Puedo afirmar que es literatura de ficción porque en el 85 éramos quinceañeros y estábamos muy lejos del df lugar de la tragedia histórica; pero es literatura realista igual, porque recrea los angustiantes momentos del terremoto y días previos y posteriores, en primera persona trasmutando el dolor de la pérdida en Alma, novia del protagonista. Es una novela cosmopolita, donde el autor menciona y hace hincapié en la dificultad de enfrentarse a la hoja en blanco, de la tarea de emprender a través de las letras un viaje hacia dentro donde pesan las relaciones con los seres queridos, las ausencias o presencias, el abandono, la falsa ilusión de la felicidad.
La poética de José Carlos Becerra le da un toque de realismo trágico al incorporar a la novela un fragmento del joven poeta tabasqueño que murió en un accidente automovilístico en Italia en 1970.
Y si de alguna manera puede catalogarse esta novela, yo, sin ningún ánimo de encasillar la obra, le nombraría: Realismo Trágico.
Recuerdo mucho un par de relatos que grabaste dramatizados en un cd: Mi chiquita y Camila; cuentos ambientados en la cultura pahuateca y con una riqueza demoledora, donde la tragedia es común también. En fin, en este pobre México nuestro, tan lastimado, hacen falte voces dignas que expresen lo que el pueblo vive, lo que el pueblo siente; y dicen que los poetas son la conciencia del pueblo, y aunque hay quien dice igual que un libro no cambiara la historia del mundo vemos que la misma historia demuestra a diario lo contrario.
Para terminar le deseo a Pelé lo mejor de la vida, que se multipliquen todos sus logros y éxitos, y lo más importante: te agradezco, hermano, porque cada año regresas al lugar donde quedó tu ombligo a compartir lo que tienes: tus letras, tu cariño y amor a nuestra tierra. Gracias por no envanecerte y acercarte siempre a tu pueblo. Gracias por no olvidar tu mexicanidad y regresar siempre a la raíz, porque como alguien dijo: “cortaran nuestro tronco pero nunca nuestras raíces”.
En hora buena, hermano, y esperamos con ansia más producción tuya.
Tu cámara: Loyolasa.