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marzo 21, 2012

El oficio de contar.


Sobre La verdadera historia de Matías Bran, de Isabel Alba.


¿Qué es una novela si no el intento de abrir a golpe de nube y hacha el pensamiento de los hombres?

Generalmente nos acercamos a una novela en busca de varias cosas:

una voz que nos haga sentir algo que deseamos sentir [quizá ocultamente];

una historia que ponga en duda nuestra idiosincrasia;

un consuelo a nuestros desatinos;

un personaje con el que compartamos nuestros miedos o celos o rabias o nostalgias o perversiones.

Generalmente nos acercamos a una novela con la intención de que alguien nos cuente algo y nos lo cuente bien. Real o ficticio, autobiográfico o inventado pero que lo haga bien. Es decir, que tengamos la oportunidad de buscar nuestros vicios y grandezas en los personajes, en la trama, en la voz que cuenta.

Digo esto porque al acercarnos a La verdadera historia de Matías Bran sin duda tropezaremos, por encima de todo, con una historia. Una historia honesta, de aquellas que mantienen su mirada en nuestros ojos al momento de revelarnos sus secretos. Repito, al momento de revelarnos sus secretos; ya que Isabel Alba ha construido un hermoso y contundente artefacto narrativo y dentro se ha medito ella, desnuda, con todos sus significados.

La autora ha hecho esto, a mi juicio, aplicando el oficio de manera tenaz, compleja y, en ciertos momentos, entusiasta, pero permanentemente debajo de un aislamiento que termina por parecerse a la tristeza. Pero no la tristeza común; sino aquella nítida y lejana que es capaz incluso de arrancarnos las letras, las palabras, la tinta, los papeles… y la punta de los lápices. [sic]

Con una precisión de bisturí, la autora se detiene en fechas, en nombres, en gestos que sirven de pequeños destellos que dan norte al lector. Ese es otro acierto: dedicarle el tiempo necesario a los personajes y sus oficios hasta nombrarlos todos, uno a uno, exhaustivamente. Nombrarlos para que puedan ser. Ser para que puedan suceder.

Isabel Alba se sabe dueña de la historia. A veces se hace presente, a veces tácita, a veces oculta, a veces especulativa a tal grado que nos hace ver lo que podría pasar pero no pasa; otras muchas irreverente pero siempre descarnada y fiel.

¿Qué es una novela si no el intento de abrir a golpe de nube y hacha el pensamiento de los hombres?

La verdadera historia de Matías Bran es un texto que usa la imagen como si usara el lenguaje [imágenes que se leen como palabras], pero también una historia de insurrección que va de 1898 a 1920, enfocándose en la revolución húngara de 1919; es decir, una historia de las vejaciones y atrocidades que dejó la guerra de principios del siglo XX y que quizá deje cualquier guerra.

Estamos delante de una historia de rebelión, de lucidez, pero sobre todo, del desconsuelo que nos hace pensar en lo absurdo de los conflictos armados y en lo empecinados que estamos, nosotros los hombres, en ir a ellos una y otra y otra y otra vez, como el uróboro, aquel ser mitológico que se devora a sí mismo.

Esta novela atrapa no sólo por su magnífica calidad, sino por su estructura diáfana, porque nos tienta, nos susurra, nos devela. Isabel nos cuenta de muchas formas posibles, nos narra, nos dice en diálogo, en imagen, con acotaciones, con diferentes voces narrativas y diferentes narradores; incluso más simple aún, con pintadas en los muros de Granada u otros graffitis de mundos anónimos.

Y todo esto, también debo decirlo, atravesado por los hilos de la poesía:

«La nieve es blanca y fría.

Las remolachas son rojas.

Los niños rumanos son azules,

fríos y rígidos bajo la nieve.

En primavera son negros.

Asoman, pedruscos huérfanos, entre los brotes verdes recién nacidos.»

[sic]

¿Qué es una novela si no el intento de abrir a golpe de nube y hacha el pensamiento de los hombres?

Para terminar diré que toda esta historia, todo este artefacto luminoso, pende de una fina tela de araña a punto de romperse que lo dejaría caer y hacerse añicos al estrellarse contra la contundencia de la realidad. Ciertamente lo dice mejor la autora: «Si Matías Bran aprieta el gatillo la historia se irá con él, o tal vez no, a la fosa del olvido». [sic]


marzo 07, 2012

soledad.piedra

[lectura dramatizada]

Con una mujer sólo se pueden hacer tres cosas ―dijo Clea en una ocasión―: Quererla, sufrirla o hacer literatura.

Lawrence Durrel

Domingo 18 de marzo. 19hrs.

La Casa de los Cuentos

Ramón y Cajal 35, Gracia.

Metro Joanic. Barcelona. 7€