Buscar este blog

diciembre 31, 2010

III

abro los ojos
y la noche sigue siendo noche
pongo tus besos donde pongo la lluvia que esta madrugada me ha despertado con sus sollozos

tú duermes
respiras y duermes
te sintonizas con la lluvia.sin.alba
lluvia.oscura

metidos en el silencio
cubiertos por la noche, por el ruido de la lluvia que afuera llora sobre nuestras flores
y por tu respiración pausada
cansada

busco tu piel con mis dedos
entre.sueños
mitad aquí mitad en el mito que he construido de mí

te toco
te siento respirar

giro la cabeza sobre la almohada
dibujo tu perfil sobre lo negro
la nariz
el borde de tus labios

pienso en mis hijos que serán los tuyos
y en tus pezones
breves
goteando bajo la sábana

no hay luz
solo hay noche
y el ruido de la lluvia que riega nuestras plantas afuera

acerco mi boca hasta donde intuyo tu corazón
y te cuento secretos de nuestros hijos
y otros secretos que tienen que ver con tus manos y con el lenguaje de tu cabello

la lluvia se disuelve en la tierra de nuestras macetas
afuera
borra las cosas
lava pétalos oscurecidos
desdibuja las formas del mundo con sus gotas y su noche
terca
señida

busco el techo de la habitación con la mirada pero solo hay noche
y tu respiración disuelta en la lluvia
acompasando a los diminutos silencios que se posan en mis labios cuando hablo

sujeto a tus suspiros cierro los ojos
y la noche sigue siendo noche.


noviembre 10, 2010

los detractores de la piel se rasgan las vestiduras
el panfleto de dios no es más que cochino.orgullo

célibe tiene que ser quien muera de fe
mancebo aún para que en la ceremonia permanezca estoico
impoluto de las ingles
prócer
no lacayo

así
llegará el hombre aquel
enviado de dios
a practicar sus onanismos en tus carnes de elegido
y
filántropo.licántropo
elevará sus plegarias para regalarte su cochino.cielo.

octubre 24, 2010

manual para aspirantes a la residencia europea IV:

prepare su currículum de la siguiente manera: nombre verdadero, edad verdadera, dirección verdadera [la de su valedor], teléfono verdadero [recién comprado en el fnac], estudios de posgrado o doctorales [no es necesario que sea verdadero], experiencia laboral en diferente áreas [no es necesario que sea verdadero], cantidad de cursos y seminarios [no es necesario que sea verdadero]. omita indicar su estatus de ilegal. vaya pensando en una novia. continúe con el atún.

octubre 21, 2010

Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de Literatura 2010

Tras 20 años de no conceder el más importante galardón de las letras a un autor de lengua castellana [el último fue Octavio Paz en 1990], el Premio Nobel de Literatura 2010 es para Mario Vargas Llosa y algo habrá que decir al respecto. Habrá que decir, por ejemplo, que le fue otorgado por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo. Habrá que decir que es un artesano en lo que a estructuras literarias se refiere y que se ha movido por un puñado de géneros literarios:
Periodismo: publicó su primer artículo en la revista Caretas en mayo de 1960. Piedra de toque, columna donde trata temas sociales, políticos y culturales. Y en la actualidad escribe en más de una docena de diarios y revistas de diferentes partes del mundo.
Novela histórica: La guerra del fin del mundo, donde narra la Guerra de Canudos, acontecimiento histórico ocurrido en 1896 en el que se movilizaron más de diez mil soldados de diecisiete estados brasileños. Donde Antonio Vicente Mendes Maciel o Conselheiro, profeta y santón itinerante, recorre el estado de Bahía predicando la palabra de Dios, reconstruyendo iglesias y profetizando la llegada inminente del Anticristo. El sueño del celta, donde el irlandés Roger Casement denuncia los horrores del colonialismo en sus viajes al Congo Belga y a la Amazonía peruana [a la venta en noviembre de 2010].
Memoria política o diario de campaña: El pez en el agua, texto autobiográfico con trazos literarios donde aborda su periplo político en la candidatura a la presidencia del Perú en 1990 contra Alberto Fujimori [que, habrá que decirlo también, perdió].
Revista: Literatura, de la que sólo consiguió sacar tres números allá en Lima, en sus primeros años de escritor.
Teatro: La huida del inca [1952], La señorita de Tacna [1981], Al pie del Támesis [2008], por mencionar algunas.
Relato: Los jefes, su primer libro impreso, en Barcelona, por un grupo médico encabezado por el doctor Rocas y asesorado por el poeta Enrique Badosa.
Ensayo: García Márquez: historia de un deicidio [1971], Historia secreta de una novela [1971], La verdad de las mentiras: ensayos sobre la novela moderna [1990], Cartas a un joven novelista [1997], y un largo etcétera.
Y Ficción [dónde mejor se mueve, donde mejor se siente, donde mejor es]: La ciudad y los perros [1962], La casa verde [1966], Los cachorros [1967], Conversación en La Catedral [1969], Pantaleón y las visitadoras [1973], La tía Julia y el escribidor [1977], Elogio de la madrastra [1988], Los cuadernos de don Rigoberto [1997], Travesuras de la niña mala [2006], y otras varias que seguramente olvido.
Habrá que decir, además, que ciertamente es un hombre políticamente controvertido y que se autoexilió del Perú después de su derrota electoral; que se puede discrepar de su opinión política, pero de su tarea como escritor, no.
Habrá que decir que Vargas Llosa es un carpintero de las letras, un hombre entregado a la labor literaria, miembro de Academia Peruana de la Lengua y, al mismo tiempo, de la Real Academia de la Lengua Española. Y, en conclusión, habrá que decir que el Premio Nobel le es entregado a este hombre que escribe, a este gran escritor latinoamericano; es decir, a las letras latinoamericanas. Por lo tanto, este acontecimiento, no admite mezquindades.

octubre 08, 2010

72 migrantes

Como mexicanos, nos llena de rabia y de vergüenza la reciente masacre de 72 migrantes en un apartado rancho del estado de Tamaulipas. Este altar, que pretende ser un acto de desagravio y de reclamo, se erige en honor de los 72 migrantes que murieron un negro día de agosto de 2010, y en honor de todos los que han caído sin que sepamos ni siquiera que alguna vez pasaron, soñando, por este México.Muchos de los que colaboramos en este sitio somos también mexicanos migrantes o hijos de migrantes. Es nuestra esperanza que tú también, visitante, migrante por este sitio virtual, colabores con tu presencia en este altar.
Gracias, y buen camino.

www.72migrantes.com



3 Milton Mateo Alvarado Villanueva
En la lista inicial de víctimas hondureñas de la masacre de 72 migrantes, a Milton Mateo Alvarado Villanueva le fue asignado el número tres. El tres es el número del hombre. Las extremidades de nuestro cuerpo son tres: cabeza, brazos y piernas. Los sentidos que tenemos en el rostro son tres: vista, olfato y gusto. Muchas filosofías están basadas en trinidades. Los mayas, los romanos y los chinos nombraron al tres mediante puntos, trazos o líneas horizontales. Son necesarios y suficientes tres puntos no alineados para determinar una circunferencia. El tres es el número del hombre. Si en numerología Milton hubiese tenido una personalidad tres, hubiera sido una persona expresiva, comunicadora, artística, sociable, creativa, con sentido del humor y capaz de generar ideas que pueden llegar a ser claves en las esferas del pensamiento. Pero no lo sé. Lo que sí sé es que hallaron su cuerpo junto a otros 71 cuerpos en San Fernando, Tamaulipas. Sé también que salió de Siguatepeque, Honduras, movido por un motivo hondo que lo llevó a dejar a su familia (Miguel Ángel, Orfilia), cruzar Guatemala, el sureste de México, el centro de México, el bajío, hasta que cien millas antes de la frontera murió. Lo que sí sé es que lo mataron, que era indocumentado, que trataba de llegar a Estados Unidos, que fue víctima del crimen organizado, que era, como ilegal, vulnerable ante los delincuentes y ante las autoridades, que no tenía dinero, que fue golpeado, humillado, que estaba desprotegido, abandonado. El tres es el número del hombre y Milton era un hombre. Como yo. Ni más ni menos. Yo ahora estoy escribiendo respecto a él y, sólo por azar, no es él quien está escribiendo respecto a mí.
Autor: Edson Lechuga
Foto: Ricardo Ramírez Arriola

septiembre 03, 2010

Los viajes de la conciencia literaria Sobre: Luz de luciérnagas de Edson Lechuga Roberto Frías

Según Edson Lechuga me ha referido, Luz de luciérnagas no es su primera novela, es la primera que vemos publicada pero no la primera que escribe. Así que antes que nada quiero celebrar su perseverancia, sobre todo al pensar en las condiciones en que tuvo que mantenerse fiel al oficio. Nos conocimos en Barcelona, donde ambos vivimos durante mucho tiempo, donde él sigue viviendo, así que conozco la soledad en que tuvo que gestarse su obra y, peor aún, la soledad en que tuvo que soportar que sus novelas anteriores no fueran del gusto de las editoriales más encumbradas. No es casualidad que el epígrafe de Luz de luciérnagas provenga de otro latinoamericano, otro solitario, que escribió a contracorriente en su autoexilio catalán, Roberto Bolaño. Dice Bolaño:
«La soledad sí que es capaz de generar deseos que no se corresponden con el sentido común o con la realidad»
La frase no sólo se aplica al protagonista de Luz de luciérnagas, Germán Canseco, cuya soledad genera precisamente las condiciones necesarias para lo que llamaremos su «viaje alucinante», sino para Edson Lechuga y para la idea misma de producción literaria, pues ¿qué es la literatura sino un deseo que se genera en soledad y que necesariamente tiene poco que ver con el sentido común y con la realidad? Edson Lechuga perseveró en su autoexilio catalán tal y como el mismo Bolaño anuncia en el primer poema de La universidad desconocida (donde confiesa que continúa escribiendo a pesar de los rechazos de casi todas las editoriales, que continúa escribiendo a pesar de que ya tiene un hijo que mantener), y de esa perseverancia llegó la primera recompensa, Luz de luciérnagas.
El libro es una constatación, una forma de dar fe de un viaje, de dar testimonio de un tiempo, pero no sólo de fechas concretas como los años ochenta en México o la primera década de este siglo en Barcelona sino de un tiempo de la conciencia, la de Germán Canseco. O debería decir de las conciencias, porque Canseco sigue el itinerario vital de su creador, Edson Lechuga. De Pahuatlán a la Ciudad de México, de la Ciudad de México a Barcelona. Aclaro que poco debe importarnos ya si una novela es autobiográfica o no, porque todas las novelas son autobiográficas en la medida en que surgen del cúmulo de experiencias vitales y de pensamientos de sus autores, y porque afirmar en estos términos que una novela o un pasaje de una novela puede no tener relación con la vida de su autor me parece aún más descabellado. Pensemos más bien que Canseco y Lechuga son dos personas, o dos personajes, como ustedes quieran, que han pasado por los mismos lugares y que quizá piensen y sientan igual. Decía, pues, que Canseco deja su pueblo en la sierra huasteca para llevar la vida de poeta en el Distrito Federal, donde es testigo de las consecuencias del terremoto de 1985 y luego, al cabo de unos años, decide huir a Barcelona, donde pasará casi veinte, rumiando el recuerdo de sus muertos, en especial, el de una muerta que no pudo enterrar, su querida novia Alma, y donde al cabo de los años tendrá una gran revelación que cambiará el sentido que le ha dado a su vida.
Con la trama vista así, a vuelo de pájaro, se abre ante nosotros el panorama de ese viaje que en realidad es varios viajes. El viaje geográfico, que actualiza el antiguo género literario en que los personajes viajan del campo a la ciudad, y, en este caso, de la ciudad latinoamericana continúan a la ciudad europea. Sabemos que Canseco se va de México huyendo de sus muertos, pero la elección de Barcelona quizá tiene también que ver con que es un poeta, un poeta perdido en el mundo cuyos pasos muy bien podrían encaminarlo, como a tantos escritores actuales, como al mismo Edson Lechuga, a una de las capitales literarias del ámbito de habla hispana. Es el viaje literario, la peregrinación que muchos autores realizan hoy en día, ya sea físicamente o enviando sus manuscritos por correo electrónico, a las supuestas mecas de la edición. En este viaje geográfico-literario, Canseco no hallará, o por lo menos no se nos dice, la confirmación de su yo poético, sino más soledad y una mayor proximidad con los recuerdos de sus muertos, con los que trata de vivir en paz hasta que otra muerte lo llevará de nuevo, sin escapatoria alguna, al pasado.
Presenciar accidentalmente la muerte de la madre de Jimena, una antigua amante con la que se reencuentra en Barcelona, desata el recuerdo, tantas veces reprimido, de Alma. Es decir, desata el nudo que impedía a Canseco escribir esa novela de la que en 1985 tan sólo tenía el título: Luz de luciérnagas. Ahí comprendemos que ese título no era un título en 1985 sino la premonición de un título, y que Canseco tenía que vivir el terremoto y sus peripecias europeas para poder contar la historia que se guardaba detrás de esas tres palabras inaugurales.
No dudo que en muchas novelas mexicanas podemos encontrar, con mayor o menor fortuna, ecos de la literatura de Juan Rulfo, rumores que se sitúan entre el plagio vil y el mero seguimiento ciego de una estética exitosa pero irrepetible. Y tampoco dudo al decir que encontramos ecos de Rulfo en Luz de luciérnagas, pero son ecos afortunados, porque Edson Lechuga ha logrado establecer un diálogo con la literatura rulfiana, dejándonos claro que la estética y los sucesos de Luz de luciérnagas habitan un mundo que corre paralelo al de Rulfo pero que hay puntos de contacto entre ambos.
Esto nos lleva a otro viaje de Germán Canseco el espiritual-amoroso. No creo exagerar si afirmo que Canseco pierde la vida cuando llega al Callejón de la soledad, en pleno centro histórico del D.F., y ve que el edificio de su novia es un montón de escombros muere, su espíritu y su amor quedan aplastados, reducidos, convertidos en la mera inercia de los días, por los que se arrastra como un zombie, como un muerto viviente. Si Juan Preciado sólo conocía de su padre dos palabras, Pedro Páramo, Germán Canseco sólo conoce de su novela, y de su futuro, tres, luz de luciérnagas, y parece que ninguno de los dos personajes necesita más para emprender su odisea.
Juan Preciado viaja hacia el origen de las cosas, a Comala, y lleva la perspectiva de su madre: «Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros», y más adelante, «Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver». De cierta manera, Preciado logra ese objetivo cuando la realidad muerta de Comala cobra vida ante sus ojos de muerto, es decir, logra ver el origen que tanto buscaba en medio de la destrucción, pues en Comala ya sólo quedan las ruinas. Por el contrario Germán Canseco huye del origen sin mirar atrás. Con la vista puesta en la capital del país, en un futuro que se antoja difícil pero necesario, ya que su pueblo, si bien no ha muerto, ha dejado de ser el lugar en el que puede encontrarse a sí mismo, digno representante de una generación, los nacidos después del 68, que ven con normalidad habitar las grandes ciudades del mundo, a sabiendas que allí se enfrentarán con la decadencia, la soledad, la violencia y la explotación laboral. A diferencia de los primos de Juan Preciado, quienes migraron a la ciudad de México en los años cincuenta persiguiendo la quimera del oro, Canseco y toda su generación llegaran a ella en el caos de mediados de los ochenta, sabedores de que la vida en el campo es ahora aún es más dura que antes, que nunca ha sido lugar para poetas y que la gran ciudad es el único escenario para, nunca mejor dicho, «rifársela» y pretender un sitio en la corte de la cultura nacional. Pero Canseco también llega al DF armado con la mirada de alguien más, de su abuela. No es la mirada esperanzada de Doloritas, cuyos recuerdos narrados fortalecen a Juan Preciado y se vuelven imágenes idealizadas que debe contrastar con la realidad de Comala, sino recuerdos de Pahuatlán que habrán de fortalecer al nieto cuando tenga que orientarse en la perpetua oscuridad del DF y en la supuestamente cosmopolita pero monótona realidad de otro pueblote, Barcelona. Allí, el cansado espíritu de Canseco, enfrentado una vez más a la muerte, pero reconciliado con el amor, comprenderá que aún está vivo y que debe ser consecuente con esa sangre que aún se agita por sus venas. Allí, enfrentado al Mediterráneo, vuelve a ser uno consigo mismo. De la misma manera, aunque en sentido inverso, Juan Preciado comprende que está muerto y que debe dejar de aferrarse a la vida.
Y no sólo se manifiestan los ecos rulfianos en estas referencias, hay un tono, un diapasón, un rumor de muerte, asumida como tal, con toda su llana contundencia y sin melodramas, que hacen que este diálogo sea afortunado y coloque a Edson Lechuga en lo que ya podríamos comenzar a llamar una época hiperrulfiana.

El DF y el terremoto de 1985
Otro viaje de esta conciencia literaria es el urbano, el periplo del pueblerino Canseco por la Ciudad de México, a la que llama siempre «el DF», con la concreción amarga, impersonal, técnica y cuadrada que tiene esta abreviatura. Tenemos que admitir que esta forma de ver a la Ciudad de México es un logro, pues el DF de Canseco es un lugar terrible y seductor al mismo tiempo, un lugar que, nos dice, ama con amor de madrastra. Cuyo pálpito nocturno es «ese lamento que te rasguña las entrañas». Una ciudad, agrega, «milagrosa como caracol azteca» y «desdentada como puta vieja». O más tarde, cuando vemos la ciudad en ruinas, después del terremoto de 1985, dice: «El milagroso DF sudaba fuego y polvo; se retorcía sobre los rescoldos de un infierno ancho. Sufría. Lloraba. Pero no se arrepentía de sus desalmados actos.» Estas y otras frases retratan, me parece que a la perfección, el verdadero problema del DF, que es una ciudad que se ha vuelto loca. No sólo es una madrastra sino una madrastra demente, que castiga y premia sin recurrir al sentido común, que ríe o llora pero vuelve siempre aplicar los cilicios a sus habitantes, quienes, por cierto, la hemos vuelto lo que es. Y todo eso está aquí, en los recorridos de Canseco por sus calles. En la manera verdaderamente afortunada con que Edson Lechuga decidió retratar ese momento de derrota total, el terremoto del 85, en que el gobierno, el supuesto cerebro de la madrastra demostró que no pensaba cuidar de sus hijos, que le importaban poco, que los conocía desde lejos, desde los visillos del ayuntamiento o de Los Pinos, desde la distancia que tiene un dictador con sus esclavos.
En este sentido, quiero agradecer a Edson Lechuga que haya recordado el terremoto, tan olvidado en la narrativa. Ya que si bien aún nadie ha dado la zancada para escribir la gran novela sobre el terremoto estoy seguro de que Luz de luciérnagas es un primer paso. Y un muy buen primer paso que transmite la desolación de una tragedia pero también el surgimiento de la sociedad civil, como dice Canseco al ver el trabajo de las cadenas humanas que despejan los escombros en busca de sobrevivientes:
«sus manos trabajosas recibiendo escombros y pasándolos rápido a otras manos […] sus ojos abiertos; sus corazones latiendo a un mismo ritmo como si hubieran perdido sus orillas y se fundieran en una sola entelequia. Un solo ser.»

Da gusto leer un retrato tan sombrío de la ciudad de México, abolir ese optimismo mediocre que no nos ha llevado a nada, y ver su verdadero rostro. Un retrato que me hizo pensar en otro eco rulfiano, en «Luvina», el cuento de El llano en llamas, específicamente en este pasaje que podría aplicarse al DF de Edson Lechuga:

«-Por cualquier lado que se le mire, Luvina es un lugar muy triste. Usted que va para allá se dará cuenta. Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la gente le hubieran entablado la cara.»

Por último, quisiera llamar la atención sobre dos recursos gráficos que acompañan el texto. La portada y las fotografías. La portada de Paula Laverde nos revela una ciudad gris en la que se apilan los edificios uno tras otro, como lápidas de un cementerio, como escombros y ruinas, incluso podríamos pensar que los ligeros filamentos que cruzan el cielo son una lenta lluvia, de esas que acoquinan a los capitalinos. Y sin embargo, también en el cielo, cruzan algunas aves. Palomas carroñeras, quizá, de esas que se deleitan en los basureros públicos, pero aves al fin, la constatación de que algo sigue vivo en alguna parte. Creo que define con exactitud el clima de la novela.
Respecto a las fotos, no son decorativas, no son, me parece, el resultado de una moda. Son los mementos que esta conciencia literaria ha recolectado en su odisea hacia la escritura de una novela, para no olvidar que alguna vez no tuvo una novela, no tuvo escritura, sólo tuvo muertos y la promesa de la escritura.
Celebro que el viaje de Edson Lechuga para escribir y publicar su primera novela haya terminado, que lo tengamos aquí entre nosotros, sano y salvo.

julio 29, 2010

Luz de luciérnagas, De Edson Lechuga. Por Abel Loyola Santillán

25 de Julio de 2010. Pahuatlán, Puebla, México.

Nunca es difícil presentar a alguien de quien te sientes orgulloso. Y además ¿quién no conoce a Edson Lechuga en Pahuatlán? Famoso desde chiquito por sus ocurrencias y habilidad mental para la expresión oral y las matemáticas, en la secundaria ya dirigía veladas y caseras obras de teatro donde podíamos verlo interpretar desde El chavo del ocho hasta Chaplin. El “Pelé” es conocido así por sus contemporáneos paisanos aludiendo al célebre futbolista de los setentas. Mi recuerdo más remoto de cuando yo lo conocí es cuando ambos teníamos la edad de 7 años. Íbamos los dos al par de la banda de viento que acompañaba el tradicional desfile al parque histórico 28 de enero, orgullosos de saber que un ancestro mutuo había masacrado a soldados franceses hace casi doscientos años. Desde los siete años toda la primaria y toda la secundaria conformamos el mítico Trío Gandaya junto con Ciro López; después vino la prepa, el se fue a la ciudad de Puebla, llegaron a nuestra vida los Doors y los poetas malditos, fuimos a la universidad donde ambos abandonamos las carreras originales para dedicarnos al arte, yo me dedique a las artes plástica y visuales y él a la poesía: «Salió poeta el muchacho; y Pata de perro», y se fue al DF y luego a New York, creo, y ahora radica desde hace 8 años en Barcelona.
Y ha publicado una novela; que no es la primera que escribe sino la tercera. Y ésta trata del DF y el temblor del 85 y trata de amor, muerte, vida, ficción, paz y dolor. Con una prosa elegante, dicen; yo diría con un rollo cautivador e hipnotizante nos envuelve en una trama digna de un escritor con talla.
Debo ser elocuente al afirmar que empieza otra época al presentarse esta obra que ha parido Edson en tierras europeas pero enamorado y pensando siempre en su México, en este 2010, año emblemático del bicentenario, en que perdimos a Monsiváis en México y a Saramago en Europa. Ambos cronistas comprometidos con su tiempo y con las clases marginadas, ambos comprometidos con el buen decir y con el bien obrar, desencantados de los gobiernos y de los dioses, como nos recuerda Edson en su Luz de luciérnagas, donde dios se olvido de los defeños un 19 de septiembre de 1985 y el gobierno demostró que vale madres a la hora de los verdaderos guamazos o grandes tragedias ante el potencial enorme de la espontánea organización civil.
Puedo afirmar que es literatura de ficción porque en el 85 éramos quinceañeros y estábamos muy lejos del df lugar de la tragedia histórica; pero es literatura realista igual, porque recrea los angustiantes momentos del terremoto y días previos y posteriores, en primera persona trasmutando el dolor de la pérdida en Alma, novia del protagonista. Es una novela cosmopolita, donde el autor menciona y hace hincapié en la dificultad de enfrentarse a la hoja en blanco, de la tarea de emprender a través de las letras un viaje hacia dentro donde pesan las relaciones con los seres queridos, las ausencias o presencias, el abandono, la falsa ilusión de la felicidad.
La poética de José Carlos Becerra le da un toque de realismo trágico al incorporar a la novela un fragmento del joven poeta tabasqueño que murió en un accidente automovilístico en Italia en 1970.
Y si de alguna manera puede catalogarse esta novela, yo, sin ningún ánimo de encasillar la obra, le nombraría: Realismo Trágico.
Recuerdo mucho un par de relatos que grabaste dramatizados en un cd: Mi chiquita y Camila; cuentos ambientados en la cultura pahuateca y con una riqueza demoledora, donde la tragedia es común también. En fin, en este pobre México nuestro, tan lastimado, hacen falte voces dignas que expresen lo que el pueblo vive, lo que el pueblo siente; y dicen que los poetas son la conciencia del pueblo, y aunque hay quien dice igual que un libro no cambiara la historia del mundo vemos que la misma historia demuestra a diario lo contrario.
Para terminar le deseo a Pelé lo mejor de la vida, que se multipliquen todos sus logros y éxitos, y lo más importante: te agradezco, hermano, porque cada año regresas al lugar donde quedó tu ombligo a compartir lo que tienes: tus letras, tu cariño y amor a nuestra tierra. Gracias por no envanecerte y acercarte siempre a tu pueblo. Gracias por no olvidar tu mexicanidad y regresar siempre a la raíz, porque como alguien dijo: “cortaran nuestro tronco pero nunca nuestras raíces”.
En hora buena, hermano, y esperamos con ansia más producción tuya.
Tu cámara: Loyolasa.

mayo 05, 2010

Luz de luciérnagas

Alejarte demasiado de aquello que amas es meter la cabeza en un hoyo negro: si no eres capaz de salir de tanto en tanto y dejar que la luz acaricie tus pupilas, empiezas a perder la vista hasta que tus ojos enceguecen y olvidan.
Entonces ya no hay remedio, tu alma se convierte en una criatura fosilizada, en un espíritu colgando del tendedero de un barrio pobre, en una bisagra oxidada que impide que se abran las puertas de otro tiempo.
Yo lo sabía.
Siempre lo supe.
Desde el momento en el que salí de México tuve presente esa sentencia. Antes. Desde el momento en que salí de mi pueblo; incluso más al principio de mi historia, en las pequeñas fugas de mi infancia ya presentía ese resabio amargo que deja la lejanía, esa sombra que ocupa tus pupilas y va creciendo conforme más te alejas.
Yo me encontraba lejos, no sólo lejos de México, sino lejos de mí.

Era febrero y Barcelona se había puesto más triste que cualquier otra ciudad en el mundo. O quizá no, quizá lo que veía en las calles, en los gestos de la gente, en el vuelo de las palomas, era el reflejo espectral de mis paisajes interiores.
El peso de la hernia discal que tenía enquistada en la lumbar número cinco, atado a la certeza de que mi vida es-taba atenazada por el vaho de muchos muertos, atado a la soledad, daban como resultado una forma distante de mirar, como si intentase ver el mundo sin nada encima, antes de que estuvieran los hombres; antes, incluso, de que estuvieran todas las cosas.
Tres meses atrás había tenido una crisis lumbar a causa de la hernia y la recuperación se había hecho oblonga y pegajosa; difícil de tragar, imposible de ser inhalada. Menos aun, cuando mis bronquios estaban infectados por el agudo piquete de alacrán del asma. Había aprendido a convivir con el inhalador de bromuro de ipratropio y, a fuerza de agujazos discales, estaba aprendiendo a coexistir con la hernia. Entender que algo dentro de ti no funciona no es fácil. Comprender que en el interior de tu humanidad algo se ha quebrado irreparablemente, supone un desasosiego que te hace sentir temeroso, cristalino.
Meterte en la estrecha garganta de un aparato de resonancia magnética te hace más maduro, pero también más viejo, no importa que sólo tengas cuarenta. Estaba harto de estudios y finalmente en tres días debía de asistir al Hospital del Mar a recibir el diagnóstico definitivo respecto a mi columna. Sabría, en tres días, si mis huesos soportarían el peso de los cuarenta años vividos y los otros cuarenta pretendidos; o si necesitarían la ayuda de manos expertas, ojos endoscópicos, bisturí, luz cenital de intensidad cegadora, cubre.bocas, guantes de látex y una sala exhaustivamente aséptica.

abril 13, 2010

Luz de luciérnagas. Editorial Montesinos, España. Colofón Editores, México.





abril 10, 2010

Piedra de sol [fragmento]. Octavio Paz.

—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,

¿cuándo somos de veras lo que somos?,

bien mirado no somos, nunca somos

a solas sino vértigo y vacío,

muecas en el espejo, horror y vómito,

nunca la vida es nuestra, es de los otros,

la vida no es de nadie, todos somos

la vida —pan de sol para los otros,

los otros todos que nosotros somos—,

soy otro cuando soy, los actos míos

son más míos si son también de todos,

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,

la vida es otra, siempre allá, más lejos,

fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

vida que nos desvive y enajena,

que nos inventa un rostro y lo desgasta,

hambre de ser, oh muerte, pan de todos…





abril 04, 2010

III

hoy que hay sol
y un lirio donde reposas los ojos cuando piensas

cuando hojeas tu vida chiquita

hoy que hay sol

sobreviven en ti

los recuerdos.orquídeas de los tiempos en que fuimos abejas

tejedores de vida

destellos de luz en las hojas de un cuaderno

hoy que hay sol

llevas agua del cuenco de tus manos a las flores

no puedes contenerte: entierras los dedos al lado del tallo de una enredadera

cierras los ojos

y esperas…



marzo 03, 2010

Raza:

El pecho le queda chiquito a mi corazón, ahorita, al compartirles, que a finales de marzo sale a la venta mi primera novela: Luz de luciérnagas, publicada por Editorial Montesinos. La cubierta, obviamente, es de Laverdetion.