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enero 29, 2010

gotas.de.mercurio [11]

Sabrás de mí tiempo después por mis publicaciones. Leerás con ansias mis textos pero no tendrás el filo necesario para llamar a la editorial y buscarme. Secretamente iras haciendo un altar donde irás poniendo mis libros, subrayados en las páginas donde te descubrirás. Ahí pondrás también esta foto donde me miras como si mirases algo bello [el alba, el viento moviendo las hojas de un libro]. Llorarás, Dorina, pero llorarás sana y salva, como el náufrago que llora después del rescate. Y a tus próximos amantes, novios, parejas, enamorados, incluso a tu marido, el primer regalo que le harás, secretamente también, a manera de conjuro, será un poemario de Vallejo. Incluso a veces, temeraria como eres, pedirás que alguno te lea buscando restos de mi voz en su voz. «En mi vida Vallejo fue un accidente», comentarás alguna tarde cuando la llovizna llovizne tus rincones más olvidados.
Ya no te dolerá mi futuro.
Tu tiempo será rectilíneo, sin protuberancias, pacífico y amable como la estela que dejan los barcos. Nunca volverás a esta habitación, incluso evitarás el número 309 en tus posteriores viajes.
Yo me esfumaré de tu vida, Dorina; no volveré a la universidad, ni al Espacio Escultórico; no volveré a hablarte de Pizarnik, Valente o Pessoa, ni de las mujeres nacidas en virgo. Jamás sabré de tus padres, ni de él que aún te ama, y aún, tenlo por seguro, menos que yo.
Pero llegará el día en que me olvidarás, Dorina; llegará el momento en que me borrarás de tu corazón de gaviota. Porque la vida es así, porque el cuerpo no conserva cosas en descomposición. Pondrás mis recuerdos en una cajita de zapatos y la guardarás [con aprecio, con solemnidad, como quien guarda algo hermoso pero pasado], en el fondo de algún armario: vivos pero ocultos; escondidos pero latentes.
Hasta que un día, dentro de muchos, muchos años, unas gotas de olvido como de mercurio, atravesarán tus recuerdos y te llevarán, inevitablemente, a Pahuatlán. Recordarás entonces que ahí nacen todas las cosas del mundo y querrás, una vez más, mojar tus pies en el río, dejar tu dolor en la niebla. Nuevamente harás girar el planeta con la fuerza de tus latidos y el olor a tierra mojada te llevará al cementerio. Ahí, caminarás despacio entre las tumbas hasta encontrar una
que llevará mi nombre
y un epitafio de Vallejo:
Y si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra.

FIN

5 comentarios:

Ernesto Frattarola dijo...

Maravilloso. Qué envidia.

Paula dijo...

Prefiero no leerlo y escucharlo de tu voz

Huehuetéotl dijo...

Lo estás haciendo, no sueltes este pulso.

marta dijo...

pelos de punta.

Tengo ganas de leer Luz de luciérnagas!

marta dijo...

pelos de punta.

Tengo ganas de leer Luz de luciérnagas!