prefiero la duda a la certeza, lo sutil a lo concreto, la posibilidad al hecho, el mito a la leyenda, la lluvia de otoño al sol de verano, el pecado a la pureza, las cosas pequeñas a las grandes, las diablas a los dioses, la izquierda a la derecha y la literatura a la realidad. viví en barcelona más de una década y ahí aprendí a ser uno de esos otros∙muchos que me habitan∙todos. sé ahora que escribir es escribir∙me y que todo texto es mejor que su autor.
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noviembre 29, 2016
noviembre 20, 2016
gotas.de.mercurio
yo aquí, jodida, atenazada por su recuerdo y por tu ausencia. sola. loca.
pero no creas que loca como drogada. no. loca loca, demente, trastornada. con decirte que una de esas noches en que su muerte pesaba demasiado, una de esas noches escuchando en la radio los lamentos apócrifos de la gente, me dio por vestirme elegante: me puse el vestidito granate que tanto te gustaba levantarme, zapatillas de tacón, collar de piedritas, aretes de plata, largos, brillantes, maquillaje discreto, labios rojos, sombras marrón, pelo recogido. tenía unas ganas enormes de meterme en el primer antro y agarrar al primer desgraciado que me mirara las tetas, llevarlo a la 309 y pedirle que me hiciera el amor con todo el desprecio que le fuera posible evocar. salí a la calle con sombrilla, recordé aquel ejercicio poético que tanto nos gustaba y busqué un pinche perro para seguirlo. «el perro es el destino: habrá que seguirlo», decías tú, ¿te acuerdas? pero a las tres y media de la madrugada en las calles de coyoacán no hay perros, o esa noche no había, ni con dueño ni sin dueño. así que me fui al hijo del cuervo y, con sombrilla, me senté elegantemente en la primera mesa donde había unos cuantos güeyes. mala cosa: puro pinche yuppie; puro pinche maricón; puro pinche metrosexual. pura basura. tú sabes, sergio, que a mí los ejecutivos agresivos me repugnan, detesto sus calcetines de rombitos, me sacan ronchas, me dan urticaria, salpullido. prefiero acostarme mil veces con un burócrata gordito y chaparro de camisa blanca de manga corta y corbata delgadita de piel, que con un gerente. prefiero mil veces acostarme con un albañil que con un triunfador bronceado con la billetera llena de tarjetas. no duré ni dos minutos, sergio, me levanté y muy educada les dije que eran una insignificante bolita de caca; que parecían hijos de la cruza entre benedicto dieciséis y raúl velasco; que televisa había hecho estragos con sus cuatro neuronas; que parecían educados en la misma iglesita donde educaron al analfabeto de peña nieto; que a lo más que podían aspirar era a casarse con alguna de las tres mujeres más tontas en la historia de méxico: lucerito, paulina rubio o andrea legarreta; que le hicieran un favor a la gente manteniendo la boca cerrada; que por lo que más quisieran en el mundo no cometieran la atrocidad de educar a sus hijos. no duré ni dos minutos, sergio, vinieron por mí los tipos de seguridad y me echaron a la calle, a las calles, mis calles, nuestras calles, sergio, donde somos libres, donde nadie puede tocarnos, donde somos humo, sombra, pulsión, estremecimiento.
noviembre 10, 2016
comala: mancha.textual
comala: mancha.textual
sobre cuento en comala 2016
por edson lechuga
comala es un puño de letras levantando la cabeza para mirar al
horizonte.
un hervidero de textos agusanados pero vivos.

comala es una mancha.textual.
una sobre.mesa que comenzó el miércoles en la noche y terminó
el domingo. una perturbación que empezó en aquella vam donde un puño de damos y
caballeras nos hicimos bolas cuando empezamos a charlar sobre sesudas
reflexiones literarias y terminamos hablando de los moteles decadentes, los
antros hediondos y las pulcatas esparcidas por algunas ciudades de este
despedazado país.
comala es un hallazgo.
un encuentro.
un acierto.
una invención de lomelí y chantaca.
comala es una anomalía que comenzó en la artería, atravesó auditorios, colegios, ceresos, jardines, el
restaurante la antigua comala, la
mezcalería comalala, la exhacienda de nogueras, la cervecería jardín trapiche, el hostal comala y la casa de la cultura. dejó
caer su sol sobre nuestras cabezas y nos adelgazó la sangre con tanto jodido
aire puro. hubo que fumar, carnales, a madres y a mares para contrarrestar las
malas intenciones de salud que comala da, de por sí, sin pedir nada a cambio.
hubo que escabullirse, también, alejarse de la jauría para olisquear rincones y
ladrarle al ladrido de los perros de rulfo, o meterse en las callecitas de
nogueras y descubrir las manos de barro de los ceramistas saturninos y
comprender ahí que comala es una grieta.
una cicatriz.
un texto que nosotros ―horda de
escribanas, ascetas, abyectos escribidores, cachondas ermitañas, campesinos,
feroces fotógrafos, alimañas en abstinencia, letristas melancólicos, iniciados
e iniciales― desde la impertinencia y la sacralidad, intentamos continuar.
lo supe cuando escuche los
cuentos en boca de sus autoras, leídos uno tras otro, casi sin resuello y con
una vehemencia que hacía pensar en el calor de afuera, en el mezcal de anoche,
en el ardor de adentro.
se leyó, carnales,
se leyó con enjundia como debe
leerse un cuento.
y luego se le dio su buena
aplaudida a los lectores.
se discutió, también, se habló de
bebidas espirituosas y herrumbres y herrajes y mecanismos narrativos y teorías
y citas de hartos, puños, chingos de escritores como si de veras,
como si al cuento le importara algo
su autor,
como si le fuera necesario.
se conversó, carnales, se habló
de recursos y técnicas y teorías y anécdotas y experiencias. pero eso es lo de
menos; lo importante es que se leyó, se llevó el cuento a la voz.
pero comala también tiene nombres y hay que nombrarlos: luis felipe, valentín, ada,
sugey, fernanda, rafa, daniela, yunuén, mayela y brenda: la banda, la tribu,
los mugres.de.mis.uñas y las comaltecas letra.heridas. porque sin ellos nomás
nel, nomás nanai, nomás ni madres. porque con ellos simón. con ellos cincho.
con ellos silabario. con ellos comala es un ladrillo,
un ladrido,
una cuento envenenado,
una noche empapada de alcohol y
humo,
una caminata en la madrugada
escuchando el golpeteo de las botas en el empedrado,
un artefacto de ficción donde los
autores cavamos para caber
una mentira bien contada que ardo
de ganas por volver a repetir.
noviembre 05, 2016
soledad.piedra sobrepiedra :: Por Isaí Moreno
Al llegar
a nuestras manos soledad.piedra, y si hemos
leído de antemano otras obras de su autor, presentimos la experiencia sensorial
que nos espera al volver cada página de este libro sólido en su construcción,
perfectamente curado de entre el caudal de historias que posee en la cabeza, de
seguro también en el
cajón del escritorio su autor. Es fácil convencernos de que su narrativa
triunfa por conocimiento, precisión, dosis elevadas de sabiduría y malicia
narrativa, antes que por conformar estructuras o esqueletos al modo de los teóricos.
Edson Lechuga acaba de entregarnos un volumen de cinco escritos altamente
experimentales, distanciados adrede en forma, no así en mundo narrativo, no así
en elementos ora mínimos, ora acumulativos, pero siempre parte de la misma poética y voz: a fuerza de lenguaje
acaban conformando el estilo inconfundible ya conocido en las novelas de
Lechuga.
Uno se
pregunta si el hacedor de soledad.piedra definiría cuentos a los escritos que lo
conforman. Hace tiempo que se ha dejado de considerar al cuento un género con inicio, desarrollo y
desenlace, centrado en un conflicto (en realidad, toda historia bien contada
tiene esos elementos). Por igual, en los nuevos paradigmas del cuento, o relato
—no
entraremos en esas minucias de academia— cada vez se le exige menos al género el poderoso knock-out
pseudocortazariano, y usamos este término
pues Cortázar nunca dijo eso de que la novela gana por
puntos y el cuento por knock-out.
Es
interesante ver vasos comunicantes entre las novelas de la ambiciosa trilogía
novelística del autor, Luz de luciérnagas, gotas.de.mercurio
más la próxima perros.de.azotea y soledad.piedra, hecho evidente en los relatos atemporal
y el que titula al libro. Sus personajes pretenden ante todo la vida, y en
ello, implícita, la grandeza de la literatura. Inevitable que escriban.
Claramente la literatura es otro personaje aparecido en el volumen como ente
afortunado, nunca a fuerza.
Edson
Lechuga posee una serie de técnicas
peculiares para apropiarse de la realidad. Estoy seguro de que agujera los
muros de lo real con los cinco sentidos comunes a cualquier mortal, más uno
sexto, desarrollado por algunos elegidos, y un par más que sólo él
debe conocer. A ello suman sin duda la narrativa y la poesía en conjunción.
Narrativa como conocimiento, gnosis, y poesía
en tanto es, a decir de Alain Badiou, creación de un nombre-del-ser
anteriormente desconocido. Lechuga es experto en hallar nuevos-nombres-al-ser y
por tanto lo reconocemos poeta innato. Como muestra, en soñeus de soledad.piedra
podemos hallar dosis textuales que buscábamos
en algún sitio, rarificadas pero por alguna razón familiares a nosotros, i.e.,
sutiles y habilidosas para traer al mundo vulgar, prosaico, el material fugaz,
simbólico de los sueños. Cito un fragmento
ilustrativo:
fue entonces cuando los
tigres iniciaron su orgía:
se lanzaron sobre los ciervos
y les desgarraron la piel, los abrieron en canal haciendo saltar las vísceras. los
rasgaron, los partieron, los reventaron.
la escena se llenó de
desesperados ojos de ciervo agónico como el futuro de los hombres; hocicos de
tigre con carne.entre.los.dientes como los años; lenguas colgantes de animal
muerto como el paso de las horas; fauces chorreando sangre por los colmillos
como la noche chorrea mentiras; balidos agonizantes de rumiante, terribles
rugidos de tigre como el sitio donde guardo el recuerdo.
(tigres asesinos, fratricidas. bellos y despiadados tigres).
Crear
nuevos nombres-del-ser no es privativo de este relato con el que corona Edson
su libro, podemos constatarlo en los otros textos de la obra, particularmente
en amar a mar,
escrito doloroso y terriblemente bello.
Empero, y
con las cinco partes de este libro en la mano, más toda la osadía de la que soy
capaz, declaro que me niego rotundamente a leerlos como cuentos: son para mí cinco novelas de pequeña extensión textual, micronovelas si se
quiere, y aclaro que mi intuición no pretende despojar al cuento de sus méritos, sin embargo trataré de argumentar con tres puntos mi
impresión de novelas breves:
1. Consciente
o incoscientemente, Lechuga ha tomado nuevos paradigmas para el relato, como lo
hacen Alice Munro o Roberto Bolaño, despojando el género de ambiciones estructurales
y dotándolo de un espacio expansivo (no equivalente a extensión), donde pueden
habitar con desenvoltura, ser, orar y amar personajes vivos. ¿Y no es, a decir
de algunos gigantes, El personaje lo
que hace a la novela? El mismo amar a mar y de noche a sur,
son ejemplos de esto. karla con ka y el poeta paolo ardengo (ése de quien Lechuga expresa: […],
sus ganas ahora podridas de gritarle cuatro verdades a la existencia)
permanecen más en nosotros que las mismas estructuras, dicho enfáticamente,
precisas, perfectas piezas de arquitectura, como son piezas de arquitectura las
micronovelas de Alice Munro.
2. Es
patente la búsqueda totalizadora de Edson Lechuga en los relatos de soledad.piedra, digresiva, incluso expletiva que
varios se prohíben en el cuento, de nuevo, apegados al consabido inicio-desarrollo-desenlace-solución-del-conflicto.
Edson puede permitírselos como se da la oportunidad de la experiencia total de
los sentidos.
3. Lechuga,
insisto, no pretende knock-outs, sino pelea larga, ir arrebatando momentos,
vida a la experiencia y al mundo para llevarlos a las páginas de manera
acumulativa.
En soledad.piedra
hallamos transparentes y diáfanas señales.destino. Pueden tratarse de una carta
de la baraja, la coincidencia en los títulos de los libros leídos por los
personajes, o el número de boleto en un avión o autobús, sin mencionar la coincidencia
con otro ser en el momento elegido para el suicidio. ¿Qué más
encontramos en soledad.piedra? Lo que hay en
toda buena literatura: un viaje a las playas del asombro, de donde volvemos no
con un diamante, sino con pequeños guijarros a modo de ínfimas revelaciones. En
este libro no hay temor alguno de mirar los objetos despojados del velo
recubridor de un primer nivel, y otro más allá, tembloroso y frágil, de lo
conocido como real. La realidad es destino. La escritura es destino. Incluso,
que estemos congregados aquí es destino.
Nuestro
autor sabe del carácter iniciático de los viajes, ya sea en aviones enigmáticos,
autobuses nocturnos, caminatas larguísimas (tanto en horas de vigilia como en
eternidades de sueño). A lo largo de soledad.piedra
nos movemos por al menos tres geografías físicas
y otro tanto de espacios interiores cuyos mapas son legibles entre líneas. Pero
también es
posible viajar en el tiempo haciendo que el avión susodicho siga el trayecto en
órbita al rededor del globo. O convivir con vivos. O convivir con muertos.
Sabemos con Lechuga que existir es un viaje del que olvidamos origen y destino,
al cabo nos hallamos, como sentencia el poeta, entre dos eternidades.
También hay aquí nostalgia y hay
sensualidad. Por partes iguales hallamos devoción a la segunda persona: tanta,
con toda la despreocupación por el comparativo, que el autor se aventura al
franco homenaje a esa obrita inimitable legada por Fuentes, Aura, no imitada
aquí, sino hecha-suya. Así pues, en el homenaje
declarado a sus maestros, entre ellos José Carlos
Becerra y Nicanor Parra, y otra constelación, la mayoría escritores de
literatura en la misma lengua, Lechuga nos deja claro que es un ciudadano a
quien poco interesa estar de este lado o aquel de una frontera, o un mar, o una
vida, pero es y seguirá siendo ciudadano de una lengua —no necesariamente el español—, una colección de códigos y sintaxis reconocibles.
Lechuga
emplea frases con la soltura sugerida
por Quiroga para el cuento y recurre a la forma —por supuesto que cultiva la forma
en sus composiciones— con
la famosa pulsión lacaniana invocada por Barthes para la preparación de la
novela.
Para
terminar, proyectemos en un ejercicio de imaginación a este autor fascinante
mirando hojas en el suelo, semillas, nubes, agua.de.sol, soledad.piedra, como
también huele
todo aquello, y lo palpa, incluso lo prueba. Prueba la hoja, la semilla, la
nube, y de seguro esculpe con cincel soledad.piedra en la superficie de una
piedra para darle eternidad de piedra. ¿De dónde,
cabe preguntarnos, salen esas posibilidades para las palabras entregadas a
nosotros a cambio de unas horas de placer lector? Edson Lechuga sabe que el
primer paso es no temer al lenguaje. El otro es más comprometedor, implica no sólo la
consagración, el amor, la devoción, sino, palabra a palabra, jugarse la vida
por el lenguaje.
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