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marzo 31, 2009

La madrastra [fragmento]



Supe que mataron a mi padre por un enredo de faldas. Lo supe desde que era yo así de chiquito, a eso de los nueve o diez años; o tal vez desde antes, pero como me falla la cabezota pues no lo recuerdo bien. Su muerte nunca me importó tanto, lo que sí me daba comezón de vez en cuando era no saber quién lo había matado. Y conforme se me fueron juntando los años en el cuerpo más me fue entrando la curiosidad y la muina.
Por ahí de los trece o catorce, cuando yo y todos los demás niños comenzamos a hacernos hombres, fue cuando más me di cuenta de que yo padre no tenía. Al principio me gustó saber que lo mataron por faldas. Sonaba rebonito que al padre de uno le hubieran partido el pecho a cuchillazos por una mujer. La madrastra decía que bien merecido se lo tenía. «De tanto enredo llegó el momento en que se lo quebraron», decía secándose las manos en el delantal.

Lo primero que supe fue cómo lo mataron. Tenía yo ya casi diecisiete. Me lo dijo la Juana, una noche que estaba en su casa mojándome con sus besos y con sus caricias morenas de a treinta pesos.
-Ya se sabe que andas oliéndole los pasos a la Abigail -me dijo entre beso y beso.
Yo seguí como si nada, restregándome en su cuerpo.
-Mejor ni le busques -dijo-, no te vaya a pasar lo que a tu padre.
Entonces me encabroné. Me paré en seco de un pinche brinco y que le clavo los ojos como queriendo que mi mirada tuviera filo para cortarle el pescuezo.
-Déjate de pendejadas, Juana, a mi padre ni tan siquiera lo nombres.
-Perdón -dijo ella-, no sabía que te encabronara tanto.
-Pues ahora ya lo sabes -le dije y comencé a buscar mi ropa regada por todo el suelo.
La Juana se me quedó mirando como si yo fuera un niño todavía, y desde el catre donde estaba acostada, con las piernas abiertas y mojada, me dijo:
-Pues si de veras te molesta tanto, ¿por qué no has vengado su muerte?
Yo sentí como si me hubieran echado lumbre adentro, más lumbre de la que ya tenía por los besos de la Juana.
-Mira, Juana -dije acercándome a ella con los pantalones en la mano-, si yo supiera quién lo mató, en este mismito instante le partía la cabeza.
La Juana se quedó callada. La pinche mirada de como si yo fuera un niño no se le iba de los ojos. Cerró las piernas y sonrió arremolinándose en el catre.
-Tú lo sabes, Juana. Tú, cabrona, sabes quién mató a mi padre -le dije aventando el pantalón a la chingada y agarrándola de los brazos con harta rabia.
-¡Suéltame, pendejo! -dijo intentando zafarse de mis manos. Pero no la dejé. Es más, la apreté más recio. Es más, tuve un chingo de ganas de cachetearla, de voltearle la cara a chingadazos.
-¡Tú sabes quién mató a mi padre, Juana! -le grité zangoloteándola.
La Juana supo que no se me iba a soltar, así que me miró más seria, no como antes sino más seria, más como se mira a un hombre.
-Lo único que sé es que a tu padre no lo mató un hombre, lo mató una mujer.
En cuanto me llegaron las palabras a las orejas se me fueron las fuerzas de los brazos y solté a la Juana. Justo entonces me di cuenta de que estaba encuerado y volví a buscar mis pantalones para ponérmelos.
-Lo mataron en el mirador -siguió diciendo mientras se echaba una cobija encima-. Venía de ver a su querida allá arriba, y en la esquina de casa de don Alfredo López lo esperó una mujer engabanada y con sombrero, retrancada en el poste de luz. Dicen que a tu padre ni tiempo le dio de hacer nada. Cuando menos sintió ya tenía el pecho abierto a cuchilladas.
-Más te vale irte callando la bocota, Juana -le dije con la sangre hirviéndome por dentro-, no vaya a ser que el ansia que te tengo se me convierta en muina -y me salí descalzo y sin camisa, y comencé a caminar hacia mi casa, que es la casa de la madrastra: madre de mi hermano Ramiro y de los otros tres chiquitos.



2 comentarios:

JR dijo...

¿Para cuando una lectura de las tuyas? ¿No las anuncias en tu blog?

Saludos de un barcelonauta

Anónimo dijo...

Este mes no hay lecturas, pero al final del otro estoy por concretar un par. por supuesto que colgaré la invitación. ¿JR?
EDAON LECHUGA